Luego de siglos de luchas, los éxitos obtenidos para el reconocimiento de derechos sustantivos para comunidades y personas, han tenido como tierra fértil el martirio de cientos de militantes de la vida.
Podríamos aquí, seguramente en un acto de estricta justicia, exponer historias de luchadores/as, testimonios escritos y ocultos de protagonístas de estas batallas. Y sin embargo nada alcanza para poner las metas alcanzadas en su exacto valor.
Los Derechos Humanos costaron sangre, persecuciones, despojos, destierros, vidas, propiedades, desapariciones, etc. Lejos, muy lejos aquellos argumentos que hablan hoy del Estado de Derecho pero que en casos perfectamente identificables, en su momento utilizaban las práxis más aterradoras para sostener un estado de cuestión, una situación de explotación y sometimiento que favorecía a determinados sectores aliados o partícipes del poder.
Aquel legado pasado de quienes tuvieron una visión, al decir de Luther King, requiere la asunción por parte de las generaciones sucesivas del mismo compromiso vital. Los derechos no están consolidados por la existencia de leyes, sino por la convicción de las personas de su valor intrínseco y que ello se muestre y demuestre en hechos concretos y definitivos.
El derecho a la información pública es parte de esta pléyade de derechos básicos, en especial si a lo que aspiramos es a una vida democrática verdadera.
El derecho a conocer, pero también el derecho a peticionar, a cuestionar y pedir explicaciones. El derecho a exigir, a dar el debate.
Parte de ello se ha violado con la instalación de las antenas de telefonía móvil al no ponerse al alcance público toda la información necesaria y mínima. Pero acaso su falencia más grande esté en el hecho de no haber confrontado el Estudio de Impacto Ambiental con la comunidad en sus diversas manifestaciones u organizaciones.
Esto está reglado por la Constitución Nacional, leyes nacionales, Constitución Provincial y ordenanzas municipales.
Por eso, queridos vecinos, esta lucha trasciende en mucho el marco normativo para hundir sus brazos en la cuestión profunda y esencial de los derechos humanos, a una información completa y pública, a la participación popular, a gozar de un ambiente sano, a preservar el espacio vital para nosotros y para nuestra posteridad.
No es poca cosa, diría que es una lucha grandiosa, espectacular, fundamental.